Las siglas TOC ocultan un Trastorno Obsesivo Compulsivo, problema psicológico que “se puede identificar gracias a dos síntomas generales: las obsesiones y las compulsiones”, según explica el doctor Jeffrey M. Schwartz en ‘Desbloquea tu cerebro’ (ed. Harper Collins). Pensamientos recurrentes e intrusivos en torno a un asunto que llegan a percibirse como algo real. Esa obcecación puede referirse a hechos cotidianos (higiene, alimentación…), a las propias creencias o también a los vínculos personales. Incluidos los sentimentales, donde la persona que lo padece “se siente abrumada por dudas relacionadas con su relación”, apunta la psicóloga Eva Gutiérrez, autora de ‘Si es tóxico, no es amor’ (ed. Ediciones B). “Es normal tener inquietudes en una relación, pero el TOC amoroso va más allá: se trata de pensamientos irracionales que se repiten en bucle causando un sufrimiento enorme”, afirma.

¿Cómo puedo saber si tengo TOC de amores?

Hay pistas bastante certeras para descubrirlo. “Puede que te preguntes, una y otra vez, si realmente amas a tu pareja, si ella te ama a ti o si estáis hechos el uno para el otro”, asegura la psicóloga Alba Cardalda, autora de ‘Cómo dejar de ser tu peor enemigo’ (ed. Vergara). “A menudo, esto lleva a buscar validación constante, demandando al otro si todo está bien; a analizar en exceso cada cosa que dice o hace, o a compararlo con anteriores parejas”. Otra señal es el miedo a equivocarte y a no estar con la persona correcta, “lo cual lleva a cuestionarte continuamente si tomaste la decisión adecuada. Por último, la ansiedad que todo esto genera puede venir acompañada de conductas compulsivas para intentar calmar las dudas, como repetir preguntas a tu pareja, cotillear su móvil, pedirle que te tranquilice o buscar respuestas en internet”.

¿Por qué me pasa esto a mí (y no a otras)?

Identificar los factores que originan este Trastorno Obsesivo Compulsivo es un punto de partida para ponerle freno. “Entre los desencadenantes más comunes están los cambios significativos en la relación, como tomar decisiones importantes (mudarse a vivir juntos, casarse, tener un hijo…) o incluso problemas de pareja menores que se perciben como amenazas –dice Eva Gutiérrez–. Las inseguridades personales, como la baja autoestima o el miedo al abandono, aumentan la vulnerabilidad. También las situaciones que generen conflictos o malentendidos con la pareja, la percepción de defectos en ella o incluso la atracción hacia otras personas”. Añade Alba Cardalda que la rutina puede ser otro factor: “Cuando todo se vuelve más monótono o no hay tanta emoción como al principio, podrías empezar a preguntarte si eso significa que hay algo mal (cuando eso es normal en cualquier relación a largo plazo).

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